MOIZEFALA

Es como cuando la gente por la angustia la hace volver y rogar a Dios, yo vuelvo a escribir cada vez que estoy dentro del aire que me aspira el alma. Escribo cuando la vida se escurre como aceite de mis poros y quedo abandonada y seca, sumergida en un mar rojo de amor y lágrimas.

Tengo en mi garganta cuatro años que me gritan, me escupen, lloran, patalean, quieren que me ahogue... No quieren que los deje ni que me olvide de ellos, me ahogan de tal forma que no me dejan decirles que ¡jamás podría hacerlo!, porque son parte de mi piel, de mi boca, mis ojos, de mis imágenes, viven en flores de rojo vitalicio que sembré, me silban al oído en una ráfaga eterna que nunca dejaré de escuchar, grafittearon mi corazón rayando un corazón con un "yo estuve aquí". Quiero gritarles que dejen mi garganta! que descansen en mi pecho y me dejen respirar, pero formaron una soga que me hace pebre y tiene fecha indefinida de vencimiento. De a poco todo mi interior se va necrosando y la vida se va escapando...

Mis piernas han vuelto a su estado enclenque, de nuevo tengo frío pero a diferencia de mi duelo anterior, ahora tengo que enfrentar este solita, con el alma desangrada a la cual debo ir haciendo sutura por sutura para reafirmarla, levantarla y volver a meterla dentro de este cuerpo que escribe estas palabras...

El cuerpo resonga





Los ojos quieren arrancar de sus cuencas
alejarse de este cuerpo turbulento
donde todo lo que miran los amenaza.

Los cabellos lloran y se cortan en señal de protesta
no quieren seguir pegados a esta cabeza
llena de una mazamorra de vientos, sueños, polvo, miedos, angustias,
el amor se pelea con el tiempo
y la angustia ahorca a la risa en una mocha.

Las piernas tiritan y titubean entre avanzar o retroceder
por lo que se apernan en la tierra seca.

Los labios gritan por reír o por llorar
gritan para contener este amargo cuerpo
que clama por rasgarse, desaparecer y renacer como un fénix.

La manos, con sus largos dedos
se pintan las uñas de fucsia
haciéndose las lesas de la desesperación
que llueve sobre las otras partes.
Se hacen las indiferentes
pintando, escribiendo, cocinando y cosiendo.

Las manos amarran a los ojos a su lugar
peinan y acomodan el corto cabello para que dejen de resongar
frotan a las piernas en crema ignorando sus temblores
y con un dedo hace silencio a los labios.