Quiero guardarte bajo mis soles.


Soy una fanática de plasmar las cosas. De querer mantener a la mano los recuerdos de los soles radiantes, los que quiero llevar caminando tras mi paso y verlos cerca mío cada vez que quiera. Tomo fotos cada vez que puedo, buscando quizás guardarme para siempre lo que vieron mis ojos en alguna hora plácida del sol. Escribo, quizás para apoderarme de mi cabeza, esforzándome en mover mi mano haciendo movimientos circulares con un lápiz a tinta que muestren la inmensidad abismante del sentir. Todo quisiera guardarlo egoístamente queriendo arrebatárselo al tiempo y que no quede sólo en mi recuerdo; el sabor del chocolate, la sensación y la gracia con que mis dedos se surcan buscando formar su rostro, sintiendo su piel en cada pedacito de faz, grabar cada momento delicioso que me da el sol con su salida, el sandungueo de mi alma cuando escucho una cueca chilenera, risas pegajosas, abrazos regoncijantes que te estrechan de tal forma que no se olvida, el placer de dormir hasta aburrirme, la fuerza que se siente luego de escuchar palabras transformadoras de mundos, el calor del sol abrazándome cuando mi vida llora de frío... Con recelo quiero guardar todo eso que en algún latir de mi corazón, hizo que mi vida fuera feliz.

Me sentaría y pondría mis pies en el agua. Me quedaría ahí por años.
Me haría vieja ahí resfrescando mi vida desde mis dedos largos y delgados, que se confunden con la corriente, hasta llegar a mi cabeza, anhegándola de no sé que pensamientos.
Para morir, elegiría este lugar. Muy lejos de todo, con mucho árbol, mucha hoja verde en todas sus tonalidades posibles, flores de todo tipo, muy frescas, muy dulces, junto a todas las patillitas de plantas que haría para que las cuidaran luego mis hijos (quiero hijos, cuatro, si es que se puede), con un cielo bien azulito con nubes esponjocitas como tanto me gustan, caminar mucho rato hasta que mis fuerzas no den y acostarme a mirar el cielo para marearme como siempre en su profundidad.