Alma inquieta.

Miro y respiro con dificultad. La hora ha sacado su lanza para incrustarla en mi pecho. Me paraliza dejándome en la inmovilidad del pensar. Pienso y pienso y el tiempo sigue rasgándome. 
¿Qué estoy haciendo? 
Intento volver a respirar lo purificador de la vida pero la rutina me atonta y como una paraplejia, puedo observar todo alrededor sin poder moverme. Mi interior se pasea incesantemente buscando y buscando... ¿qué cosa?... 
Respiro, buscando animarme a vivir el mañana rutinario, el de todos. Horarios, cumplimientos, deberes, micros, comprar una galleta, caminar para llegar a un lugar planeado... cemento con gente abstraidas en sus rutinas. 
Detenerme y ver todo, es verme y observar lo que mis anhelos son como una epifanía, un ensueño estúpido que seria alcanzable si quiebro todo. 
Respiro y me duele con lanza que se incrusta más si trato de ignorar el reloj.
 Me siento como si tuviera diesciseis, queriendo alcanzarme libremente, fuera de toda estructura, debatiendo mi interior como en esa época, entre mi necesidad de explotar en el mundo y el seguir la estructura para sobrevivir. 
Disfrutar de lo mas sutil y hermoso del mundo, de lugares, de aromas, de la gente, de las comidas... Es lo que más quiero ahora. Quisiera, como en mis diesciseis, dormir entre lo verde y azul del mundo.