La frialdad de una moneda

/ Rocío Silva Rivera

¿Quién no ha sentido deseos de comprarse algún collar, alguna tenida de salida, un auto del último año, un celular recién lanzado al mercado con la tecnología más alta, una casa lujosa con muchas ostentaciones de riquezas o un anillo fino con diamantitos, sólo porque alguien más lo tiene o para vanagloriarse con los demás, para destacar o para sentir una satisfacción?. Podría salir a la calle cualquier día del año, a cualquier calle de alguna ciudad, y observar que en cada paradero hay un tremendo cartel el que puede decir: ¡ NO te pierdas la mega oferta de electrónica y línea blanca, son sólo pocos días!, o, ¡si no quieres quedar out ven y cómprate este pantalón de moda; no te quedes atrás!. Siempre con un mensaje de ser mejor que el otro, el mensaje de gastar porque el cartel dice que necesito un televisor gigante de pantalla plana, de gastar porque la oferta es sólo por pocos días, de tener esa ropa carísima porque mis amigos(as) la tienen, y si no la consigo quedaré al margen de la sociedad. El hombre y la mujer del siglo XXI ha volcado su mirada a sólo ver sus zapatos al caminar. Camina por lo que quiere, sin importarle el resto, sin importarle si pisoteó alguna cabeza en su camino, sólo por avanzar y conseguir lo que se desea; dinero. Están completamente excluidas las ideas humanistas de convertir al hombre en seres íntegros. Ahora el hombre ya no vive por cultivarse tanto intelectualmente como físicamente, sino que sólo pretende levantarse de su cama para someterse a un trabajo, que aunque sea injusto y explotador, no se queja, porque sólo piensa en que llegue el fin de mes para ir a un McDonal’s y comer papas fritas, y enseñarle a los hijos que deben luchar por lo que quieres, que da lo mismo cómo, que la piedad debe quedar fuera. El mundo vive como sombies hipnotizados por lo que nos diga la tv o la internet, de que debemos hacer, comprar, por lo que tenemos que vivir, por lo que sí debemos luchar, y que desgraciadamente casi todos esto radica en que debes conseguir dinero para comprar y ser mejor en este mundo. Un mundo globalizado, preocupado por generar más y más tecnología, donde ya hay quienes piensan que el hombre no tiene límites para alcanzar lo que desea, y creo que esto mismo influenció a una actitud tan altanera que presenta la gente frente a sus semejantes. No puede negarse que existe una actitud para considerar buena en el deseo de superación, pero aquí vemos que no es superación personal, sino una superación en pos del dinero y el poder. Probemos con un ejemplo: dos amigos se pierden el rastro durante años después de egresados de la escuela. Uno entra a la Universidad y adquiere su título de médico de la Universidad de Chile, gana un buen salario en su clínica privada, vive bien. Pero si evaluamos su buenos deseos por el resto, por la vida, por su alrededor, por ayudar, saca un Uno. Sólo quiso conseguir ese título por dinero y en la actualidad está tratando en asuntos fraudulentos, no le importa hacer daño al resto por conseguir dinero, poder y prestigio. En cambio el otro sujeto, no pudo seguir estudiando por lo que emprendió su camino sumido en el trabajo apenas sale del colegio. Como no tiene más que su cartón de Cuarto Medio no le va muy bien con el asunto de conseguir un sueldo fijo. Pero a diferencia de su otro amigo, éste tiene sentimientos de superación muy impregnados, humilde, esforzado, preocupado por su gente, con valores firmes que a pesar de su situación económica no se han corrompido y donde valora el dinero como ayuda para su surgimiento, no como la obsesión desmedida que tiene el primer sujeto mencionado. Un día, estos hombres se encuentran en una estación del Metro, y ¿quién crees tu que se alzo sobre el otro?... El que tenía bajo el brazo un título de doctor y un sueldo prominente. El hombre humilde, en cambio, queda disminuido ante el gran adinerado, avergonzado de llevar bajo el brazo sólo buenos sentimientos y esfuerzos, sin más riquezas que su familia. Así están las cosas, cosas que han sumido al mundo en la más absoluta de las cegeras, en los más gélidos e indiferentes sentimientos de hombre, sentimientos como la propia indiferencia al entorno y al mundo, el egoísmo tan impregnado que existe y que está presente incluso en los niños pequeños. La altanería, la prepotencia ante la vida, la necesidad de gastar por gastar, y principalmente, la esquizofrenia por vivir mecánicamente, sin siquiera pensar, para llegar a un montón de papeles que controlan el mundo; ¡el famoso dinero!.

Miro por la ventana. Pasa por la calle un niño con un envase vacío de Coca-Cola.

(pasan unos 5 minutos)


M
iro por la ventana. Pasa por la calle el mismo niño en dirección contraria, con un envase de bebida lleno de Coca-Cola. Hay una piedra en su camino. El niño tropieza y plashhh!. La bebida explotó. El niño se levanta con cara afligida, toma la botella semivacía y se apura de regreso a casa para enfrentar un reto.

Nada


El mundo tiene patas y camina , el ruido corre en las calles,
las voces se fugan den los labios soberbios , las hormigas pisotean el suelo,
el viento se arremolina y avanza. Todo camina.
Todo, menos yo... Sigo aquí, respirando, mirando, con un corazón latiente, pero estoy recostada en la nada,
inmovilizada por lo que captan mis sentidos. Las huellas deambulan dentro de mi cabeza, entumesiéndola,
dejándola dolorida. Todo camina, pero yo quedo inmovilizada, con un alma en estado vegetal, con ganas de huir de la cronología,
del reloj que sumba en el corazón. Huir de la debilidad, huir d emis pensamientos, huir para no regresar para alcanzar mi
tranquilida fugada desde hace mucho tiempo.
Todo camina, todo. Mi tranquilidad camina en dirección contraria a mi voz, al igual que la esperanza y la alegría, que se voltea y me da la espalda
dando felices brincos. Y tu también te fuiste para no volver jamás.!.
Asqueada y anegada por la desolación que cubre todo. Hunde hasta las profundidades congeladas.