Te miro


Lacónicamente escribo.
Ya me quedo dormida bajo las caricias de mi padre. Me observa bajo unas pupilas sonrientes. Me dice:- te veo y me tranquilizo, hija-. Yo le sonrío y miro sus ojos que aún permanecen viéndome. Le regalo la más animosa de mis sonrisas y en sus ojos, alcanzo a ver todo el infierno humano que dejó atrás. Veo sus risas y sueños de juventud, tantas aventuras por su Chile mineralizado de puerto y nieve, de empanada y chicha, de bares y de sábados fiesteros.
Me mira, y veo una vida llena de cabriolas y piruetas. Veo una vida que quedó sólo en la imaginación y el recuerdo. Veo sus días cansados y sus enfermizas horas.
Te veo padre, cuando miraba las manillas del reloj de bolsillo y te asustabas sabiendo que ya s ete había ido otro segundo!. Te veo, lo veo!, en una mañana de sol más lúgubre que ha existido. Con los rayos dorados más gélidos y crudos y con la iluminación más vaga y hostil. Padre, te veo y te amo!.
Pero ahora tus caricias me envuelven hasta llevarme al llanto. Dejaste miles de calles sin recorrer dentro de mi propio Santiago. A mí me faltaron tantas calles que mirar para alcanzarte y no dejarte tan facilmente.
Abro un ojo. No estás. Sólo alcanzo a ver láminas enlagrimadas que me dejaste. Sólo tus caricias imaginarias.

(un vago escrito para mi padre) (que bajo tan pocas experiencias y vivencias que pude compartir con él) (me pintó mi mirada infantil, de forma hostil) (mostrándome lo que es la vida)

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